domingo, 10 de junio de 1979

Anecdotario Psicofónico, Sinesio Darnell

Artículo escrito por Sinesio Darnell para la revista Karma-7 número 79, junio de 1979. Comenta algunas psicofonías obtenidas recientemente las cuales van vinculadas a interesantes anécdotas.


Anecdotario Psicofónico

«Un biólogo debe ir con mucho cuidado, cuando un físico le diga que tal cosa es imposible». Albert Szent- Gyóryi.


La cita con la que empiezo este artículo, corresponde a un famoso premio Nobel de física. Quizás parezca que no tiene relación con unas narraciones sobre psicofonías... pero si la menciono, es con el objeto de recordar de que lo imposible, en más de una ocasión es «posible».

Durante el verano pasado de 1978, y coincidiendo con los meses en que trabajaba sobre el libro «Voces sin Rostro», dedicado precisamente a psicofonías, un grupo de amigos me insistieron en realizar una pequeña excursión, y durante la misma hacer unas psicofonías. No me hice rogar, pues la realidad era que estaba un tanto saturado de tantas horas sobre la máquina de escribir.

La excursión era algo intrascendente, pues simplemente se trataba de pasar un fin de semana en Arbucias.

El día era verdaderamente hermoso y por unanimidad decidimos pasarlo al aire libre, así que, cargados con los consabidos bártulos que supone una comida campestre, nos dirigimos a una pequeña explanada, junto a un no menos pequeño riachuelo, riachuelo que por cierto mantenía sus aguas limpias. Antes de iniciar los preparativos para comer, se decidió probar suerte haciendo o intentando hacer alguna psicofonía en aquel bucólico lugar. Se instalaron dos aparatos y tras acomodamos lo mejor posible, se pusieron en marcha. Como era de esperar, durante bastantes pruebas el resultado fue totalmente negativo. Cundió la desilusión entre los componentes del grupo, y algo cansados decidimos hacer la última llamada. Como generalmente ocurre en estos casos, y no sé el motivo de ello, en esta ocasión se produjo la grabación paranormal. Con toda claridad, con una claridad poco común, una voz de mujer bastante atiplada y con un son cantarín comentó:

—«SE HAN PERDIDO LOS LENTES…»



La flecha indica el lugar donde se
encontraron las gafas...
Ante esta contestación nos quedamos un tanto sorprendidos, ninguno de los presentes usaba gafas, más que alguno para leer. Nadie de los reunidos había perdido los lentes. La contestación psicofónica se prestó a los mas variados comentarios, algunos de los cuales fueron ya de carácter bromista. Dimos por olvidada la psicofonía, pues parecía carecer de todo sentido. Seguidamente nos dispusimos a comer. Sobre las seis de la tarde decidimos regresar a Arbucias, por lo que comenzamos a recoger los utensilios. Cuando nos dirigíamos a los respectivos coches, por un sendero vino hacia nosotros un muchacho de unos 17 ó 18 años, el cual tímidamente y demostrando ansiedad nos preguntó:

Miren Vds... hemos estado esta mañana a primera hora, con mi padre y hermanas jugando a pelota aquí mismo, y mi hermana ha perdido sus gafas nuevas. ¿Las han encontrado ustedes por casualidad?

Como vulgarmente se dice... nos quedamos petrificados. Nos miramos unos a otros sumidos en un respetuoso silencio, que no carecía de una profunda impresión. Como movidos por un resorte y sin decirnos nada, dejamos junto a los coches los bártulos ya recogidos, y comenzamos a buscar los lentes. A los pocos minutos y a unos quince metros de donde habíamos estado haciendo las psicofonías, entre unas matas y al pie de una gruesa piedra, aparecieron los LENTES PERDIDOS.

Es éste otro caso de aquellos en que el fenómeno psicofónico se nos muestra inteligente. Un caso sencillo sin importancia pero bastante demostrativo y sorprendente. Quizás al lector, esta narración y las que cuento a continuación, le parezcan simples, pero la realidad es que hay que vivirlas para valorar lo emotivo que hay en ellas.

Un buen amigo mío de las Planas de Vallvidrera, me comentó que cerca de Mirasol había una casa abandonada en venta. Él, realmente no conocía ni la casa ni a quienes fueron sus dueños, pero me indicó más o menos, por referencias que tenía, el lugar aproximado por donde se encontraba dicha casa. Pasaron varios días, y un domingo decidí localizar la misma, y hacer algunas pruebas en ella, pruebas psicofónicas y fotografía al violeta no visible. Rodé durante casi media mañana hasta encontrar la finca. Esta realmente era impresionante. En su época de esplendor debió ser una maravillosa residencia, pero en la actualidad el abandono era completo. Las puertas abatidas y las paredes medio derrumbadas, así como el jardín totalmente cubierto de hierbas y plantas trepadoras, todo daba a la casa cierto aire no muy acogedor. Hice unas cuantas fotografías del lugar, debo reconocer que con cierta prisa y seguidamente coloqué el magnetofón en el suelo, dejando el micrófono «abierto» durante un par de minutos. Con cierta alegría dejé aquel lúgubre lugar. Como sea que por motivos familiares tenía que regresar a mi domicilio a una hora determinada, decidí estudiar la posible grabación en mi casa, y así lo hice. En un principio sólo se podía escuchar el canto de las aves y algún que otro chasquido, que podía muy bien haber sido provocado por la abundancia de ramaje y hierbas secas. Pero al final de la grabación una voz apagada y siseante comenta: 

—«MARIA YA MURIO»

Pensé que indudablemente este comentario tendría alguna relación con el lugar, y decidí investigarlo en lo posible. Pasaron quizás un par de meses antes no me decidiera a hacer las oportunas averiguaciones.

La mayoría de los habitantes de las casas circundantes a la que nos ocupa, son veraneantes, y tales personas no conocían y no podían darme datos sobre la casa en cuestión y sus habitantes. Pero la constancia tiene su recompensa. Después de mucho buscar, di por fin con un anciano, el cual sólo supo decirme, y no sin cierto reparo o duda:

— Hace muchos... pero muchos años que esa casa está abandonada, creo que cuando murió la mujer que se llama María vino la separación de la familia, ya se sabe, cuando falta el puntal cada uno tira por su lado.

Lúgubre y triste, la casa está cubierta por plantas trepadoras
Como se comprenderá, yo no puedo certificar que aquel anciano me contara la realidad, pero lo que sí puedo asegurar que el nombre que quedó grabado en la psicofonía, era el mismo que aquel anciano -repito— menciona. Por otro lado y por un simple sentimiento o principio de ética, el nombre de María no es realmente el que quedó grabado en la cinta, y que por respeto a los posibles descendientes, silencio.

Uno de los lugares muy frecuentado por mí, en mis experiencias psicofónicas, es el Monasterio de San Cugat y sus alrededores. En un principio acudía a tal lugar, simplemente por la belleza y tranquilidad del mismo, sobre todo en verano. Luego me di cuenta, de que el porcentaje de psicofonías que se obtenían junto al Monasterio era más elevado de lo normal.

Un sábado por la noche, hacia finales del verano del 78, acompañé a unas amistades a que vieran el Monasterio, ya que por la noche, víspera de festivos, el Monasterio está maravillosamente iluminado por estratégicos focos, lo que realza su belleza. En la parte de atrás del conjunto monumental, hay unos pequeños jardines, cubiertos por viejos castaños. Entre los castaños, un único banco de piedra. Nos sentamos (cuatro personas) y después de comentar lo agradable del lugar, espontáneamente decidimos hacer una prueba psicofónica. A la primera tentativa obtuvimos un resultado positivo. Una voz de mujer, jovial y alegre, también con tono cantarino, dijo:

— SIGUE CANCION….»

Monasterio de San Cugat... lugar propicio
para realizar psicofonías
Pasados unos segundos de silencio, netamente pudimos oír las nostálgicas notas de un órgano. Este hecho podía parece normal, ya que nos encontrábamos junto a un Monasterio, aproximadamente a la una y media de la mañana. Pero lo que ya no es tan natural es que en una segunda grabación, puede oírse con toda claridad a una voz, correspondiente a una persona de edad, cantando una canción en valenciano. La voz, lejana y de timbre agradable, canta dos o tres estrofas y luego las tararea. Repentinamente me di cuenta que la Señora X.X. que estaba sentada junto a mí, tenía los ojos llenos de lágrimas. Volviéndose hacia su hija, visiblemente emocionada, le dice a ésta:

Nena... esta canción, era la que me cantaba la abuelita para que yo me durmiera, es una canción de cuna valenciana, y hace más de cuarenta años que no la había vuelto a oír.

Con estas tres narraciones que dan forma a este pequeño anecdotario psicofónico, no intento demostrar nada. Las expongo por el hecho de que son experiencias vividas personalmente, y que indudablemente encierran un pequeño encanto y una gran incógnita.

Todas las grabaciones mencionadas, están perfectamente archivadas y a buen resguardo; con ello quiero decir, que ante cualquier duda pueden ser oídas por aquellas personas que lo deseen.

Sé que muchos de mis lectores tendrán indudablemente experiencias más interesantes que las que aquí narro, y por ello me permito invitarles a que las expongan sin ningún recelo. La intercomunicación entre los humanos, es la más perfecta de las técnicas de que disponemos, para un avance positivo y serio, en cualquier ramo del «saber» al cual dediquemos nuestra mención. Indudablemente, los conocimientos compartidos son más fructíferos y demostrables.


Sinesio Darnell

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